El horror parece que hoy en día ya no nos persigue, nos acostumbramos con asombroso pasmo al horror de la guerra, el maltrato y la discriminación. Y más aún, parece que el horror no nos afecta de igual forma en función de las ingenuas protecciones que nos otorgamos para no paliarlo, sino más bien justificarlo.
Y es que el horror disminuye bajo algunos preceptos fácilmente comprobables.
El primero de ellos es la lejanía o cercanía del mismo. 500 muertos en Birmania equivalen a 2 en España. Otro criterio suele ser la tradición. Abre los telediarios el hallazgo de un animal maltratado y ocupa la sección de cultura un torero jaleado por cientos de personas por acorralar, torturar y matar a otro. El tercer criterio más aplicado es el individualismo egoista. Nos atormenta la crisis económica y nos compadecemos de nuestra propia desdicha y así volvemos a obviar las crisis humanas una vez más.
Todos estos paliativos del horror nos separan de la asunción de nuestra responsabilidad real en el conjunto de los horrores. A pesar de todo, en épocas como estas el sentimiento de culpa sale a relucir. No es la mejor de las opciones recurrir al sentimiento de culpa para subsanar en 10 días 355 de crueldad intolerable. Pero diez días menos de crueldad, son diez dias menos al fin y al cabo.
1 comentario:
eres la luz que guía mi camino! jjijijiji y to esto antes de los gin-tonics, que crack! yo creo que el blog no es tuyo, eh? proque esta tarde na más decías tonterías, ejejejjeje! a descansar que mañana toca seguir! tamañanita guapo. por cierto, soy marta, eh?? jeje. hastamañana!
Publicar un comentario