27.7.09

El apuntador

Dice el refrán que cuando una obra es sangrienta, muere hasta el apuntador. Y es que el apuntador es el más difícil de matar de todos.

Es un personaje sin rostro, acostumbrado a ir agachado y moverse en la penumbra y que en ocasiones cobra un protagonismo no esperado. Su margen de maniobra parece, a priori, pequeño. La obra está escrita. Los que han de ejecutarla saben su estricto papel. Sin embargo el apuntador, agazapado tras el telón es capaz de cambiar el rumbo de la historia.

Nadie le ve y nadie le oye. Solo el protagonista, que deposita en él toda su confianza para no perder el rumbo previamente fijado. Esa confianza ciega que se deposita el enfermo en el médico que le opera o el niño que aprende a nadar en los brazos de su madre. La confianza es inquebrantable.

Rara vez el protagonista pensará que ejecuta las órdenes de su apuntador en quien confía como mero recordador de sus propios deseos.

Pero a veces el apuntador se arroja un indebido poder de guía. Abandona el texto escrito y empieza a crear su propia obra. Secuestra al protagonista y lo que había empezado con un guión por todos conocido, torna a una nueva historia de cuyos entresijos solo conoce ese personaje sin rostro.

Librenos Dios de los susurrantes profesionales!

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