Se dice que cualquiera merece respeto. No estoy de acuerdo. No todo el mundo es respetable. No todas las opiniones son respetables. No todas la ideas son merecedoras de un respeto.
Lo menos respetable desde luego es lo ilógico e incomprensible, lo absurdo y lo increíble. Pero a veces topamos con que la realidad nos enseña la cara más dura de los que poco respeto merecen. Y en esas que tenemos a Garzón en el banquillo. Mejor dicho, tenemos sentada en el banquillo la coherencia de devolver la dignidad a un pueblo. Han sentado en el banquillo la necesidad de hacer justicia. Nos sientan a todos los que creemos que no hay crimen con fecha de caducidad, ni impunidad que dure eternamente.
Un banquillo en el que no hay media España como dicen algunos. Nos sientan a España entera, pues de todos debería de ser la lucha contra los fascistas, los justificadores de la tropelía y los desalentadores de la justicia.
Pero por eso mismo yo me niego a respetar por sistema todo. No pienso respetar las opiniones de quienes olvidan la injusticia, ni las decisiones de quienes rebajan nuestra democracia poniéndola al servicio de los fascistas una vez más.
Al menos nos queda nuestra voz, para decir al mundo que se sonroja con nuestras vergüenzas que no sólo media España se siente ofendida por verse sentada en el baquillo sino que hay toda una nación que no piensa volver a permitir el asalto de los que desde luego, no merecen ningún respeto.
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